Y me asombra que esas alegrías tan precarias, tan raramente perfectas a lo largo de una vida humana –bajo cualquier aspecto con que las hayamos buscado o recibido–, sean objeto de tanta desconfianza por parte de quienes se creen sabios, temen el hábito y el exceso de esas alegrías en vez de temer su falta y su pérdida, y gastan en tiranizar sus sentidos un tiempo que estaría mejor empleado en ordenar o embellecer su alma.
Memorias de Adriano, Marguerite Yourcenar
Hay a quien le gusta vivir en un valle de lágrimas, María. Me consta que a ti no; y a mí tampoco.
ResponderEliminarUn beso
Sin duda un gran libro, María. ¿Habría que releerlo o debieramos, a estas alturas, sabernos ya ciertas lecciones?.
ResponderEliminarGracias por recordar cosas esenciales. Un beso.
Como dice Marguerite Yourcenar, más nos valdría dedicarnos a cuidar y embellecer nuestra alma. Disfrutar de las alegrías ajenas, es multiplicar las propias.
ResponderEliminarQué buena reflexión, Maria, gracias por compartirla.
Besos y un fuerte abrazo.
Llega semejante verdad como el sol a mediodía de este trópico del norte de Costa Rica.
ResponderEliminarAbrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,
Frank Ruffino
Muy oportuna tú entrada y el recuerdo de ese libro que a nadie dejó indiferente. La lastima es que nos olvidemos de todo con tanta facilidad.
ResponderEliminarTérmino mi día leyendote y siento que nada es por casualidad... Gracias por el mensaje mi niña.
Un abrazo y mi cariño