"Todo se reduce a la esperanza" Daisaku Ikeda

VERSOS

DECLARACIÓN DE INTENCIONES
Que escriba algunos versos me propones
como si fuera un juego.
Escribiré unos versos.
Escribiré unos versos para nombrar lo cotidiano:
el aguijón de avispa en el ojo del buen cubero que no supo calcular 
la caída
que no supo medir lo hondo de este caer 
hambre
de este caer
túnel
de este caer
número en rojo.
Que escriba algunos versos me propones
como si fuera fácil.
Escribiré unos versos para nombrar lo cotidiano:
La pequeña lámpara enterrada que alumbra 
la uña de un pie
alumbra
la rodilla
 alumbra
ese puño
 alumbra
tu voz.
Que escriba algunos versos me propones.
Escribiré esos versos
para este frío.
Escribiré unos versos
para tu sed.
HAMBRE
Porque me amamantó la niebla 
mis labios no supieron retirarse a tiempo
el hambre me devora la memoria
hormigueo tenaz
vigilia indeseada
golpe intermitente en la niñez.
Porque me amamantó  
una mujer cortada en dos pedazos 
muñón que duele y no se cura
ave atada a la roca 
risa cercenada por un invierno de pañal sucio
ahora tengo un hambre centenario
hambre fósil
sin dios 
que no descansa.
Porque me amamantó el silencio
no me basta un silabeo inútil
cuchillo que corte el silencio 
paño caliente para esta huérfana sin verbo.
 Partida de nacimiento
Yo nací atada a un árbol con almendras
un tronco duro que había que limpiar en el invierno
flores blancas perfumaron
el hueco donde a veces me escondía
hundida hasta los ojos
del mar solo recuerdo el hambre
una hilera de sillas mirando el horizonte
castillos destrozados
juguetes rotos                                           
y la sal pegándose a los cuerpos
yo nací con frío en los molares
sin tiempo para jugar a las muñecas
con el miedo disuelto
en leche de papilla
una vez fui sola al cementerio
a cambiar las flores de mi tumba
PEQUEÑA ALUCINACIÓN

I

En lo pequeño te buscaba,
escorpión de la orilla.
Has sabido morder
mi labio
mis zapatos
hasta llenarme de eco.
En lo diminuto recogía
montoncitos de té
para tanta desgana.
Te miraba las manos
no llegabas a más
se extendían para hacerte crecer en la sombra
pero era ínfima la huella en la nieve
diminuta la cavidad
tu boca:
oscura alberca donde el juego.


II

– Abre la ventana al árbol.
Pero sin árbol.
Arranqué cortezas de una mesa
y ardió la casa.
– Abre la ventana.
Pero no había espacio para abrir.
En el centro el musgo eléctrico nos envolvía el sexo
de pequeñas alicias que beben agua sucia del baño
y no pueden vomitar.


III

Todavía riego flores de papel en el sótano
y me escondo haciendo ruido,
para que no vengas.
Espanto las moscas del espejo,
y en lo pequeño sigo buscando.

Ya no recuerdo el agujero que hice en la pared
con mis uñas postizas.