"Todo se reduce a la esperanza" Daisaku Ikeda

martes, mayo 19, 2020

Debate en La caja noctura sobre la situación actual y la creación

https://lacajanocturna.wordpress.com/confinamiento-nocturno/

Confinamiento Nocturno

Nuestro cuarto número tardará en ver la luz, a causa principalmente de la crisis vírica del COVID-19. Esto, lejos de apartarnos de nuestra actividad, ha servido para hacernos reflexionar acerca de la importancia de las artes y de la grieta que se vislumbraba en el plano social.
Con esta crisis la ecuación verdad/credibilidad se pone en evidencia gracias a los medios y su desinformación o sobreinformación, y se toma en consideración el valor y la importancia del arte como refugio. Aparecía, de la mano, una sobrecarga de contenido por parte de los agentes culturales, muchos de ellos en apología individual, conjugados desde la incertidumbre y el aislamiento. Todo este afloramiento literario y artístico, buscando salvar la distancia, inundaba las redes y no faltaban aquellos que decidían mostrarse para promoción propia. Más allá de eso, creemos que el problema es global y a todos repercute y, seguramente, algún tipo de cambio en la mirada social y creativa devenga.
Nos sentimos en la obligación de no ceder ante el pesimismo que se pudiera generar. Quizá, como algunos estudiosos y filósofos se han aventurado a decir, una nueva solidaridad de las artes se erija. Cabe reavivar el diálogo y buscar dar el registro posible frente a un mundo que parece olvidar muy pronto lo que le acontece.
Desde La Caja Nocturna nos hemos propuesto lanzar una serie de preguntas a distintos creadores y colaboradores de la revista acerca de su opinión sobre el motivo vírico que nos afecta. Nos gustaría poder, a partir de ello, avivar un diálogo crítico desde la situación de encierro que nos convoca, buscando dar un registro y seguimiento oportuno.
Mediante correo electrónico planteábamos el siguiente texto a nuestra comunidad:
A pesar de que no ha pasado el tiempo debido como para poder hacer un análisis completo respecto a la situación actual, consideramos que estamos pasando un momento histórico que afecta a todo el planeta. Y como tal es necesario conversar.
Si el siglo XXI es en parte heredero de una profunda crisis del sujeto y un desarrollo profundamente individualista en constante deriva y alejamiento del Otro, además de basarse en una educación ultraproductiva y competitiva de un sistema y un mercado (globalizado) que sostiene nuestras vidas ¿Cómo se entiende la crisis que actualmente nos azota?
Las épocas de crisis suponen un interesante sustrato para lo intelectual y artístico, además de significar normalmente un juicio a los modelos y tradiciones imperantes. Estos últimos días hemos observado que los medios de comunicación han acudido a algunos expertos en materia filosófica, buscando asesoramiento, intentando, seguramente, apartar del flujo a los especuladores de información que únicamente ofrecen una opinión sesgada o incompleta bajo la cara del espectáculo. Como humanidad parece que hemos entrado en la telaraña del miedo y eso va suponer una ruptura en la mirada, cambio que desvela que el pulso del Mundo está alterado y esto, conforme pasan los días, va generando en la sociedad un fuerte sentimiento de indefensión ¿Cómo crees que este hecho va a incorporarse en la sensibilidad creadora, teniendo en cuenta que en el futuro nuestras relaciones sociales (políticas, económicas, artísticas) puedan verse modificadas por el fuerte cuestionamiento al actual sistema dominante?

Gracias a todas/os las/los que habéis participado. A continuación las respuestas que hemos ido recibiendo por parte de: Blanca Morel, Timo Berger, Javier Sáez, Francisco Layna, Ricardo Díez, Benito del Pliego, Enrique Cabezón, Miguel Ildefonso, Miguel Ángel Ortiz Albero, María García Zambrano, Roger Santivañez y Reinhard Huamán Mori con las que pretendemos empezar a configurar este mosaico crítico.



1.
fotoMariaGarciaZambrano
María García Zambrano. Poeta y profesora de literatura. Residente en Madrid, España.
En el debate ya nos hemos detenido en la etimología de la palabra crisis, una palabra que significa “cambio”. La crisis, entendida como transformación, forma parte de la historia, y ha sido la generadora de virajes, la mayoría de las veces, necesarios hacia modelos distintos.
Estamos de acuerdo en que hay que distinguir entre la crisis sanitaria que pone en jaque a la comunidad científica (una crisis que, no hay que obviar, se viene anunciando desde distintos foros y ha sido ignorada hasta el momento en que la cifra de fallecidos se ha vuelto alarmante y las respuestas “políticas” insuficientes). Y, por otro lado, la crisis política, económica y social en la que estamos inmersos pone de manifiesto la incapacidad, por parte de los gestores políticos y económicos, de responder a la pandemia. Una crisis que muestra, una vez más, que nuestras vidas se sustentan en un sistema profundamente enfermo, en el que la obtención de beneficios económicos está por encima de la protección de las necesidades básicas. La periodista y activista Naomi Klein, se expresaba así en un artículo reciente: “La normalidad es una inmensa crisis. Necesitamos catalizar una transformación masiva hacia una economía basada en la protección de la vida”.
Para entender lo que está sucediendo leo estos días a filósofos y pensadoras que, sobre todas las cosas, han reflexionado sobre la esencia de lo humano.
El filósofo japonés Daisaku Ikeda, que cada año desde hace varias décadas presenta una Propuesta de Paz ante Naciones Unidas, alertaba en su propuesta de 2019 sobre la gravedad de los cambios climáticos, e iniciaba su reflexión con una afirmación casi profética: “con la escalada continua de los desafíos globales, crisis antaño impensables se han hecho realidad por todo el mundo”. https://www.daisakuikeda.org/es/assets/files/2019-Propuesta-de-Paz.pdf
Para Ikeda, los problemas que sufre la sociedad están ocasionados por los seres humanos, y no habrá otra forma de resolverlos que empoderando a la gente común para que asuman su responsabilidad como agentes del cambio, a través de una revolución humana.
A la pregunta de cómo entender lo que nos sucede, más que dar respuestas me gustaría lanzar, y lanzarnos, algunas cuestiones. ¿Qué actores deberían ser los protagonistas de esa transformación necesaria? ¿La responsabilidad del cambio es únicamente de los gobiernos? ¿Es compatible la economía neoliberal con la protección de la vida? ¿Está dispuesto “el mercado” (o ese grupo de multimillonarios que expanden su poder a escala mundial) a sacrificar su crecimiento, a renunciar a su codicia, en aras del bienestar común? ¿Podrá un análisis que se limite a lo “macro” solucionar los problemas de la gente? ¿Estamos dispuestos a renunciar a algunas de las comodidades que nos da esa bestia a la que llamamos “capitalismo”, y que descansa dulcemente en nuestras tabletas de última generación?
Hay dos conceptos que me asaltan estos días, uno es el de la compasión (a tenor de cómo ha proliferado el término “solidaridad”), y otro concepto es de la “banalidad del mal”. La poeta y filósofa Chantal Maillard en un diálogo titulado Un no saber cargado de compasión, reflexionaba de este modo: “La existencia es sufrimiento, como enseñaba el buda, lo cual por otra parte es de una gran obviedad. A algunos nos es dado tomar conciencia de ello y com-padecernos. La com-pasión (cum-pathos) es distinta de la «solidaridad». Se trata de padecer con el otro, no de hacerse un bloque defensivo u ofensivo (sólido). Por supuesto que hay acciones políticas que puedan y deban realizarse a partir de allí. Yo me contentaría con que todos pudiésemos lograr un grado de compasión suficiente como para que estas acciones no fuesen necesarias.” https://www.nodo50.org/mlrs/weblog/images/el_no_saber_cargado_de_compasion-digital.pdf
Me pregunto cómo podría cambiar esa solidaridad que estamos viviendo estos días a un sentir compasivo que, más allá de congraciarse con el otro con quien compartimos un mismo enemigo, le tienda la mano en acciones reales, una vez pasada esta situación. E incluso, cómo va a evolucionar esa “solidaridad” una vez volvamos a la vida normal…
Y en cuanto al concepto de “la banalidad del mal” de Hannah Arendt, la filósofa alemana, a partir del juicio al nazi Adolf Eichmann, reflexiona sobre el hecho de que cualquier persona aparentemente normal, con una vida nada destacable, es capaz de cometer atrocidades. En estos momentos, en los que reina el miedo al contagio, la incertidumbre, la rabia y la angustia… miramos hacia afuera y buscamos culpables pensando que ninguno de nuestros actos tiene que ver con la crisis colectiva que vivimos. Nos vemos como pequeños eslabones sin capacidad de decisión y, por tanto, sin responsabilidad en la cadena en la que hay otros que deben rendir cuentas. Los problemas medioambientales, por ejemplo, la gestión de unos gobernantes que hemos elegido en las urnas, el mercado en el que nos abastecemos de lo innecesario…  no tienen nada que ver con nosotros. Sin la conciencia de que somos parte activa en la resolución de la crisis, ¿cómo se va a producir un cambio?
Las revoluciones tecnológicas, políticas, económicas… ¿hacia dónde nos han llevado? ¿No será el momento de acometer una revolución que cambie la sociedad desde la raíz y que apele a la capacidad que tenemos los humanos para la compasión? ¿No deberíamos exigirle al estado que blinde las necesidad básicas de la ciudadanía, como la sanidad, la vivienda, la educación? ¿Por qué permitimos que el estado no controle a industrias como las farmacéuticas, que mercadean con algo tan preciado como la salud?
Estoy convencida de que la filosofía nos puede dar las claves de qué camino seguir, o, cuanto menos, dibujar un diagnóstico más claro. Estos días más que nunca es necesario leer a Hannah Arendt; a Simone Weil y su pensamiento dirigido a la acción como clave fundamental para comprender la realidad y provocar el cambio; a Daisaku Ikeda y su propuesta de “revolución humana”; a las filósofas del Ecofeminismo, como Alicia Puleo…, y a tantos pensadores que nos están advirtiendo, desde hace décadas (o siglos), de que la transformación es posible pero pasa necesariamente por un cambio de modelo que nos implica a todas y todos.
2.
Me pregunto, como se preguntaba el filósofo alemán Martin Heidegger, ¿para qué (sirven) los poetas en tiempos de penuria?  Y me consuelo con María Zambrano y su razón poética. Sin embargo, me muestro escéptica y regreso a la idea del “mercado” que devora todas las cosas humanas. Una creación que se pliegue a las leyes mercantiles, que busque un reconocimiento mediático, que no dialogue con su genealogía artística, la supere, la cuestione…se convierte en arte para el consumo, sin trascendencia. Por ejemplo, la deriva de cierta poesía, que es el campo que conozco, hacia un “mensaje de masas”, panfletario a veces, falto de profundidad, producto de una inmediatez contraria al hecho artístico… me hace pensar que en estos tiempos de penuria la creación que pueda transformar al ser humano, por su apuesta comprometida con el lenguaje, no llegará a una ciudadanía malacostumbrada a la fast food e incapaz de ser atravesada por el poder del arte. Y esta imposibilidad a la hora de enfrentarse a textos más complejos está directamente relacionada con una educación mercantilizada que ha primado la tecnología a las humanidades.
Aun así, confío en que este tiempo sea de siembra para discursos verdaderamente transformadores que disfrutaremos a medio y largo plazo, y que pondrán el acento, como ha hecho el arte ante otras situaciones de crisis, en la grandeza y la miseria del ser humano. Un arte que nos mueva a la reflexión, a la catarsis, a la belleza y su poder de subversión.

1 comentario:

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