Yo nací atada a un árbol con almendras
un tronco duro que había que limpiar en el invierno
flores blancas perfumaron
el hueco donde a veces me escondía
hundida hasta los ojos
del mar solo recuerdo el hambre
una hilera de sillas mirando el horizonte
castillos destrozados
juguetes rotos
y la sal pegándose a los cuerpos
yo nací con frío en los molares
sin tiempo de jugar a las muñecas
con el miedo disuelto
en leche de papilla
una vez fui sola al cementerio
a cambiar las flores de mi tumba
a cambiar las flores de mi tumba
Como siempre, vuelas a mucha altura. Enhorabuena. Me acabo de poner de seguidor en tu blog.
ResponderEliminarMuchos besos.
María, si tuviera que elegir a una poeta, no lo haría, pero que sepas que eres la primera.
ResponderEliminarUn besazo, hermana verso.
Poema grande para tu juventud, María, aún sin tu voz y tu iluminadora sonrisa. Me gusta el lirismo del primer verso, el impresionante final y sobre todo: "Del mar sólo recuerdo el hambre".
EliminarUn fuerte abrazo.
Elvira
Y mientras te leo, es aún como escucharte, sentir tu mano marcando el compás de tus versos, ver tu boca articulándolos.
ResponderEliminarMe gustó y me gusta. Pero solo por una cosa: porque es muy, muy bueno.
Un beso.
Me encanta María y escuchártelo fué todo un privilegio. El final es el justo a un poema espléndido...
ResponderEliminarPero mira que estás escribiendo bien mi niña.
Un besazo
Me permito entrar en el sitio y decir que me parece un poema muy intenso,de una vida corta, pero muy hermosa.
ResponderEliminarUn saludo
Un poema muy bueno, gracias por escribirlo.
ResponderEliminarMe encantó
Enhorabuena
Un abrazo
Ana